ESTABLECIMIENTO DE LA ORDEN CARMELITA


ESTABLECIMIENTO DE LA ORDEN CARMELITA



El surgimiento de la Orden se da en tres etapas: eremítica, cenobítica y mendicante.

a) Vida eremítica: En el siglo XII el monte Carmelo vio nacer a los ermitaños laicos. Sus vidas destacaban por una gran penitencia. Como un signo de su cambio de vida, dejaron corazón y hogar para establecerse en lugares solitarios. No siempre renunciaban a sus propiedades.


El ermitaño seguía a Cristo hasta el desierto, dedicándose a la oración, a la meditación de la Palabra: allí, tenía su lucha y encuentro personal con el misterio del mal en este mundo.

Paradójicamente, los ermitaños llevaban con frecuencia una vida más en contacto con la gente. La necesidad de mantenerse, de vender o intercambiar los productos del trabajo manual los tenía en comunicación con el pueblo; los habitantes de las villas acudían a ellos en busca de consejos.

Las peregrinaciones a Tierra Santa, conocidas como Cruzadas: en el siglo XII los lugares de tierra Santa estaban dominados por los Árabes; la Iglesia con ayuda de los señores feudales organizan ejércitos compuestos por caballeros, cuya finalidad era recuperar los lugares Santos a través de peregrinaciones. La peregrinación tenía un carácter penitencial y se sellaba con un voto que incluía, a veces, el permanecer de por vida en Tierra Santa. El peregrino y el cruzado “seguían a Cristo” en el sentido literal y físico de los tiempos feudales, consagrando alma y cuerpo al servicio de su Señor, dispuestos a dar la vida por establecer y defender su patrimonio en un territorio concreto.



b) Vida Cenobítica: Los moradores del monte Carmelo vieron la necesidad de agruparse en un lugar físico organizando un horario con momentos comunes. A ese lugar físico donde existen habitaciones contiguas comedor común, capilla se le llama Cenobio, que luego con el tiempo se le llamará convento. Esos fieles elaboraron unos estatutos con sus reglas (a esos reglamentos le llámanos Regla Primitiva), presentaron al Obispo de Jerusalén, al Patriarca San Alberto para que le revise y apruebe. Desde allí son llamados Carmelitas.



La primitiva Regla de los Carmelitas
Podemos comenzar afirmando que con ella comienza el Carmelo. Antes, los años que van desde la fundación, en la segunda mitad del s. XII, hasta los primeros años del s. XIII (1209) los anacoretas del Carmelo se gobernaron por unas normas privadas pero sin el valor jurídico de la Regla.



El IV Concilio de Letrán, 1215, dispuso en su cano 13: “Quien quiera entrar en el claustro, debe ingresar en una de las Ordenes aprobadas y el que quiera fundar un nuevo monasterio debe elegir una de las Reglas aprobadas.”

Lo cierto, según parece, es que aquel grupo de peregrinos o cruzados latinos, al pretender reunirse a últimos del s. XIII, en calidad de anacoretas o ermitaños junto a la fuente, en el Monte Carmelo, ante todo se dirigieron por medio del que hacía las veces de superior o jefe, el frater Brocardus, a la autoridad eclesiástica para recabar de ella el reconocimiento oficial mediante la aprobación de una Regla.

Entre estos años 1206-1214 es cuando S. Alberto da la regla o Normas de vida a los ermitaños del Carmelo; el prólogo de la Regla dice: “Alberto, por la gracia de Dios, patriarca de la Iglesia de Jerusalén, a los amados hijos en Cristo, B[rocardo] y demás eremitas que moran su obediencia junto a la fuente del Monte Carmelo.”  En efecto, de lo que se trata, conforme a la circunstancia y exigencias  de los tiempos, era no tanto de tener una Regla, cuanto de tener una Regla aprobada por la Iglesia. Por eso parece que S. Alberto no hizo más que aprobar la Regla provisional presentada por S. Brocardo, para que así tuviera valor jurídico legal.

c) Vida Mendicante: los religiosos poseen un estilo de vida comunitario y fraterno teniendo a la cabeza un superior a quien le debían obediencia. Después de vivir en total armonía el santo recogimiento, los moros atacaron nuevamente los lugares santos quemando y destruyendo los recintos, a raíz de eso los Carmelitas se vieron obligados a emigrar a Europa y es allí donde se encuentran con el nuevo estilo de vida religiosa que es la mendicante en el que ellos abrazan.

Camino de occidente y adaptación a Europa; mientras el eremitorio del Carmelo iba estabilizándose y crecía desde dentro, dificultades externas trabajaban por llevarle a su destrucción. La tercera década del s. XIII comenzaba con la tregua negociada por Federico II, en 1229. Los ermitaños en este período experimentaron tales dificultades, que muchos de ellos decidieron dejar Tierra Santa y volver a sus regiones de origen en Europa. Inocencio IV escribía: “Las incursiones de los paganos han obligado a nuestros queridos hijos los Ermitaños del Carmelo, no sin gran aflicción de espíritu por su parte, a dejar aquel lugar y pasar a tierras de acá del mar” (26 de julio de 1246).


Dedicados, como estaban, a vivir en espera vigilante en el suelo santificado por Jesús, tuvieron sin duda razones muy fuertes para marcharse. Muchos decidieron permanecer y arrostrar cualquier clase de dificultades que vinieran; otros decidieron dar el paso; y esto que de momento parecía un recurso desesperado, fue en realidad una bendición. Los carmelitas emigraron a Europa en 1238. Esta fecha hay que considerarla como aproximada. La razón por la que partieron era que la Tierra Santa estaba invadida por los Sarracenos. Así es como los carmelitas volvieron a Europa, de la que habían salido como un movimiento laico.

En un primer momento los carmelitas intentaron seguir su vida de eremitas en Europa. Fue así que tardaron en unirse al movimiento mendicante, aunque con conflictos fuertes entre los hermanos. Este cambio de dirección puede apreciarse en las alteraciones hechas en 1247 en su ‘Norma de Vida’ o Regla, en la que se encuentran las hullas de este proceso de transformación. 

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